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martes, 29 de julio de 2014

Los Prisioneros "La voz de los 80"



Eran mediados de los ochentas en Chile, una mala época para ser joven: la represión arreciaba y ningún mensaje podía ser entregado sin arriesgar en mayor o menor medida el cuello. Hasta que tres jóvenes oriundos de San Miguel se las arreglaron para darle una vuelta de mano a varias cosas.
En aquellos años, la imagen no era nada, la actitud lo era todo: con sus miradas desafiantes, que incitaban a lanzar el primer golpe, las bocas torcidas y desdeñosas y el masticar maleducado de la llamada (cuando había trabajo) clase obrera, Los Prisioneros, con o sin querer, entregaron la más profunda y auténtica crítica hacia los tiempos que corrían. ¿Cómo es eso de mover las industrias? ¿El baile de los que sobran? Esas llamadas a la conciencia creaban demasiado ruido en una época en la cual el ruido era molesto. 
Por decirlo de otra forma: esos tres libres pensadores de Liceo se convirtieron, por un tiempo,  en una incómoda piedra en el zapato del régimen militar.
El gobierno del ex vitalicio intentó disminuir el grado de impacto del insultante debut de Los Prisioneros con medidas que, de tan negligentes, solo catapultaron al éxito instantáneo a los malhumorados de San Miguel. Eran otras épocas, dónde la fama no se ganaba vía redes sociales, sino con talento, con el casette que circulaba de mano en mano, en los conciertos clandestinos…y grandes y generosas dosis de agallas.
Porque “La voz de los ´80”, lanzado en diciembre de 1984, tenía agallas. Y de sobra. Porque todo aquel que escuchó este disco (siendo o no siendo del bando) se sintió tocado de alguna manera. Vamos viendo: El tema homónimo es un llamado directo, sin adornos de por medio, a la acción y a la lucha; “Latinoamérica es un pueblo…” es no solo una crítica fina y mordaz a USA, sino que también un poderoso combo directo a la nariz, la rompe  y le saca sangre al servilismo pro yanqui; “Sexo” es otra crítica despiadada, que hace literalmente que a varios les caiga un poncho escurriendo agua;  “Mentalidad televisiva” es tan directa, que en el nombre golpea a varios; “¿Quién mató a Marilyn”? es otra crítica a Yanquilandia, pero con visos rockeros; “No necesitamos banderas” es la declaración de principios de la banda  y “Paramar” es la canción triste del amor desencantado.
Visto en con el paso de los años, más de alguno dirá que el disco debut de los sanmiguelinos no era tan bueno como sus entregas posteriores. O que era solo el producto de una época difícil.  Pero ¿Y la inspiración que generó? La revolución en Chile nunca volvería a sonar tan sencilla y a la vez contundente.