Eran
mediados de los ochentas en Chile, una mala época para ser joven: la represión
arreciaba y ningún mensaje podía ser entregado sin arriesgar en mayor o menor
medida el cuello. Hasta que tres jóvenes oriundos de San Miguel se las
arreglaron para darle una vuelta de mano a varias cosas.
En
aquellos años, la imagen no era nada, la actitud lo era todo: con sus miradas
desafiantes, que incitaban a lanzar el primer golpe, las bocas torcidas y
desdeñosas y el masticar maleducado de la llamada (cuando había trabajo) clase
obrera, Los Prisioneros, con o sin querer, entregaron la más profunda y
auténtica crítica hacia los tiempos que corrían. ¿Cómo es eso de mover las
industrias? ¿El baile de los que sobran? Esas llamadas a la conciencia creaban
demasiado ruido en una época en la cual el ruido era molesto.
Por decirlo de
otra forma: esos tres libres pensadores de Liceo se convirtieron, por un
tiempo, en una incómoda piedra en el
zapato del régimen militar.
El
gobierno del ex vitalicio intentó disminuir el grado de impacto del insultante
debut de Los Prisioneros con medidas que, de tan negligentes, solo catapultaron
al éxito instantáneo a los malhumorados de San Miguel. Eran otras épocas, dónde
la fama no se ganaba vía redes sociales, sino con talento, con el casette que
circulaba de mano en mano, en los conciertos clandestinos…y grandes y generosas
dosis de agallas.
Porque
“La voz de los ´80”, lanzado en diciembre de 1984, tenía agallas. Y de sobra.
Porque todo aquel que escuchó este disco (siendo o no siendo del bando) se
sintió tocado de alguna manera. Vamos viendo: El tema homónimo es un llamado
directo, sin adornos de por medio, a la acción y a la lucha; “Latinoamérica es
un pueblo…” es no solo una crítica fina y mordaz a USA, sino que también un
poderoso combo directo a la nariz, la rompe
y le saca sangre al servilismo pro yanqui; “Sexo” es otra crítica
despiadada, que hace literalmente que a varios les caiga un poncho escurriendo
agua; “Mentalidad televisiva” es tan
directa, que en el nombre golpea a varios; “¿Quién mató a Marilyn”? es otra
crítica a Yanquilandia, pero con visos rockeros; “No necesitamos banderas” es
la declaración de principios de la banda
y “Paramar” es la canción triste del amor desencantado.
Visto
en con el paso de los años, más de alguno dirá que el disco debut de los
sanmiguelinos no era tan bueno como sus entregas posteriores. O que era solo el
producto de una época difícil. Pero ¿Y
la inspiración que generó? La revolución en Chile nunca volvería a sonar tan
sencilla y a la vez contundente.