Love
ya había editado un disco debut brillante (“Love”) y una segunda entrega genial
(“Da Capo”) cuando el sello Elektra los mandó a estudio para su tercer LP, el
célebre “Forever Changes”.
El
gran problema era que Love iba cuesta abajo en la rodada y sin posibilidad de
redención. Arthur Lee veía que su amigo Jimmy Hendrix, a quien le aconsejó el
look, los ropajes y el sonido sicodélico, lograba el éxito; sus protegidos y
recomendados The Doors eran las estrellas emergentes del sello Elektra: Jim
Morrison llegó a decir que “si los Doors pudiéramos ser tan grandes como Love,
mi felicidad sería completa”; La banda había peleado contra todo el mundo y
finalmente, sin nadie contra quien bregar, se pelearon entre ellos mismos. El
uso y abuso de drogas pesadas hicieron otro tanto. En otras palabras, el Verano
del Amor no lo fue en absoluto para la banda californiana.
Lo
que nadie podría adivinar es que, aún en el triste estado en que se encontraba
la banda, ellos serían capaces de pasar por plancha un álbum candidato de
fierro a mejor disco de la historia.
Bruce
Botnick, el productor del álbum, lo vio con claridad. La disgregación física y
mental de la banda era tan lamentable que no dudó en reclutar un par de músicos
de sesión. La grabación duró cuatro meses…Y no sonaba a nada parecido… “Alone
again or”, la casi famosa canción de Bryan McLean, era la pieza ideal para dar
la entrada a “Forever Changes”; La escucha solo mejora con “A house is not a
motel” o la bellísima “Andmoreagain”; “The Daily Planet” y “The Red Telephone”
es pura sicodelia californiana; “Live and let live” sería la profecía ideal
para Arthur Lee y su posterior temporada a la sombra, y “Maybe the people would
be…” es la joya no tan oculta de un disco perfecto.
El
disco fue criminalmente ignorado en USA, pero fue recibido con calidez por el
público inglés. Pero Bryan McLean, el único que podía reflotar la grandeza de
la banda, cabreado de su rol de segundón, ya miraba hacia el camino solista;
Arthur Lee despachó a los demás miembros de la banda y reclutó músicos de
sesión, en busca de la gloria perdida. Pero Love, sin McLean y sin el ímpetu de
los primeros días, ya había pasado a
mejor vida.