En
aquellos finales de los 80, las cosas marchaban viento en popa para Depeche
Mode: Habían superado con éxito un tímido comienzo y con “Black Celebration” ya
apuntaban lo que venía. “Music for the masses” los había catapultado al estrellato
y lo que necesitaban era un disco que captara toda la magia y la energía de sus
conciertos. ¿El resultado? No les pudo salir mejor. “101”, el disco doble
grabado el 18 de junio de 1988 en el Pasadena Rose Bowl, captó la esencia
definitiva de la banda y transformó a Depeche Mode en la banda más poderosa del
momento.
El
llamado “Tour for the masses” y su concierto nº 101 resultarían ideales para
mostrar al resto del mundo el poderío que exhibía Depeche Mode en sus directos.
Y es que de principio a fin, “101” simplemente no falla. Cada tema suena tan
bien que, con un par de escuchas, el oyente (muchas veces) termina prefiriendo
las versiones de este majestuoso disco en lugar de las tomas originales.
“Pimpf”
abre el disco, augurando lo que vendrá. “Behind the Wheel” es todo nervio y tensión, mientras “Strangelove”
reasume su condición de canción estrella de “Music for the masses”. Canciones
como “Something to do”, “Master and servant”, “Pleasure little treasure” y la
saltarina “Just can´ get enough” reciben un nuevo tratamiento de manos de Alan
Wilder, y “Black celebration” nos devuelve a aguas góticas solo que usando un
ritmo con aún más clase. “People are people” suena tan fresca como cuando fue
editada en “Some great reward”, “A question of time” es ritmo puro y energía
desbordante, mientras “Never let me down again”, la otra canción estrella de
“Music…” hace que levantes los brazos mientras suena su potencia. El disco
cierra con “Everything counts”, que suena tranquila y emotiva, un broche ideal
para un disco de excepción.
Para
cuando “101” fue lanzado al mercado, el mundo se dio cuenta de que Martin Gore
era un magnífico compositor, que Alan Wilder era un talentoso arreglista y que
Andrew Fletcher era un músico más que competente. Y todos querían ser Dave
Gahan. No es poco.
En
el futuro cercano, las cosas se pondrían incluso mejor para Depeche Mode. Para
el paréntesis de descanso tras el agotador “Tour for the masses”, ya se
cocinaba en el seno de la banda el magnífico “Violator” para muchos la cúspide
musical de los de Basildon. Y aunque eso sea ya otra historia, conviene siempre
recordar el momento cumbre del Pasadena Rose Bowl. Y agitar nuevamente los
brazos con su sonido.