Vistas de página en total

sábado, 2 de agosto de 2014

Screaming Trees "Dust"

El grunge fue el último movimiento musical que conmocionó al mundo. No fue su intención cambiarlo, pero estuvo cerca de lograrlo. Y los rudos héroes alternativos tocaron la fibra más íntima de cada joven corazón que tuviera una pizca de rebelión e inconformismo.
El fuego que encendió al grunge, paradojalmente, fue la misma llama que terminó incendiándolo: cada vez fue más difícil conservar intacta el alma del movimiento sin caer en las artimañas del vil dinero. Porque el grunge vendió y bien. Alice in chains, Pearl Jam, Nirvana o Soundgarden tocaron el cielo con las manos para luego empezar el declive. La muerte de Cobain terminó con lo demás. Y ese mismo cielo que alcanzaron los pesos pesados, en otro contrasentido de la vida, le fue negado a varias bandas seminales del movimiento. Devilhead, Mudhoney o Mother Love Bone (muerte de Andrew Wood, verdadero primer mártir del grunge, de por medio) pese a publicar obras de real calibre, nunca lograron el éxito comercial. Y el caso más flagrante, uno de los mejores discos menos vendidos de la historia, el tremendo “Dust” de Screaming Trees. ¿El mejor álbum del movimiento? Muchos juran que sí. 
Para 1996, Screaming Trees estaba contra las cuerdas: su anterior disco “Sweet oblivion” con su himno “Nearly lost you” los había catapultado al estrellato, pero de eso ya hacían 4 años largos. Con rencillas internas, el grunge agonizando y con Mark Lanegan más descentrado que nunca, eran pocos los que apostaban al futuro. Y de una u otra manera,  los pesimistas tuvieron razón. Ni bien en junio de 1996 fuera editado “Dust”, la banda tomó el largo paréntesis que conlleva a la disolución. 
Pero, si hay que irse, despidámonos en la cumbre del Everest musical. Porque “Dust” es grunge, es AOR, es sicodelia y mucho más, lo cual era la demostración práctica de que Screaming Trees estaba varios pasos por delante de sus compañeros de generación. La imaginación musical de los hermanos Conner y Barret Martin  está  fuera de dudas, con esos usos del sitar o del mellotron, más la inspiración en todo momento de Mark Lanegan. ¿Y las canciones? Son sensacionales: puedes rockear con “All I know”, “Witness”   o “Halo of ashes”; Puedes disfrutar con “Look at you”, “Gospel plow” o “Dying Days”; Te puedes estremecer con “Traveler”, “Sworn and broken” o “Make my mind”; ¿Y cuál es la mejor? Todas y cualquiera: La decisión es del oyente.
Para ser tan bueno, nadie entendió nunca la nula repercusión del disco. Las sesiones para un próximo álbum quedaron listas sin ninguna discográfica que se interesara en editarlas. El espíritu del grunge se estaba desvaneciendo y el ímpetu de Screaming Trees se había acabado también.