El
grunge fue el último movimiento musical que conmocionó al mundo. No fue su
intención cambiarlo, pero estuvo cerca de lograrlo. Y los rudos héroes
alternativos tocaron la fibra más íntima de cada joven corazón que tuviera una
pizca de rebelión e inconformismo.
El
fuego que encendió al grunge, paradojalmente, fue la misma llama que terminó
incendiándolo: cada vez fue más difícil conservar intacta el alma del
movimiento sin caer en las artimañas del vil dinero. Porque el grunge vendió y
bien. Alice in chains, Pearl Jam, Nirvana o Soundgarden tocaron el cielo con
las manos para luego empezar el declive. La muerte de Cobain terminó con lo
demás. Y ese mismo cielo que alcanzaron los pesos pesados, en otro
contrasentido de la vida, le fue negado a varias bandas seminales del
movimiento. Devilhead, Mudhoney o Mother Love Bone (muerte de Andrew Wood,
verdadero primer mártir del grunge, de por medio) pese a publicar obras de real
calibre, nunca lograron el éxito comercial. Y el caso más flagrante, uno de los
mejores discos menos vendidos de la historia, el tremendo “Dust” de Screaming
Trees. ¿El mejor álbum del movimiento? Muchos juran que sí.
Para 1996,
Screaming Trees estaba contra las cuerdas: su anterior disco “Sweet oblivion”
con su himno “Nearly lost you” los había catapultado al estrellato, pero de eso
ya hacían 4 años largos. Con rencillas internas, el grunge agonizando y con
Mark Lanegan más descentrado que nunca, eran pocos los que apostaban al futuro.
Y de una u otra manera, los pesimistas
tuvieron razón. Ni bien en junio de 1996 fuera editado “Dust”, la banda tomó el
largo paréntesis que conlleva a la disolución.
Pero, si hay que irse,
despidámonos en la cumbre del Everest musical. Porque “Dust” es grunge, es AOR,
es sicodelia y mucho más, lo cual era la demostración práctica de que Screaming
Trees estaba varios pasos por delante de sus compañeros de generación. La
imaginación musical de los hermanos Conner y Barret Martin está
fuera de dudas, con esos usos del sitar o del mellotron, más la
inspiración en todo momento de Mark Lanegan. ¿Y las canciones? Son
sensacionales: puedes rockear con “All I know”, “Witness” o “Halo of ashes”; Puedes disfrutar con
“Look at you”, “Gospel plow” o “Dying Days”; Te puedes estremecer con “Traveler”,
“Sworn and broken” o “Make my mind”; ¿Y cuál es la mejor? Todas y cualquiera: La
decisión es del oyente.
Para
ser tan bueno, nadie entendió nunca la nula repercusión del disco. Las sesiones
para un próximo álbum quedaron listas sin ninguna discográfica que se
interesara en editarlas. El espíritu del grunge se estaba desvaneciendo y el
ímpetu de Screaming Trees se había acabado también.