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sábado, 2 de agosto de 2014

The Smashing Pumpkins "Mellon collie and the infinite sadness"


Originarios de Chicago, The Smashing Pumpkins pronto se sumarían (a su manera) al pelotón grunge con una gran salvedad: Billy Corgan sí quería dominar el mundo. Y tenía la ambición y la inteligencia como para lograr el sonido que buscaba.
Siempre se dijo que si “Nevermind” de Nirvana no era el álbum de 1991, tranquilamente lo habría sido “Gish” de los Pumpkins, repleto de innovación y con un sonido que aún hoy suena fresco; “Siamese dream”, del año 1993 era igual de bueno y los catapultó al estrellato. Pero lo que nadie sabía es que tras esos álbumes se venía un disco doble que sencillamente resultó insuperable.
Encerrado en su departamento, Corgan se dio a la tarea de dar forma a su nuevo LP y al terminar su trabajo había terminado 56 canciones, de las cuales 28 fueron a parar a este disco que rompió los límites del movimiento grunge y los movería un poco más allá.
“Mellon collie and the infinite sadness” salió al mercado en 1995, y a más de una década de su nacimiento, no pierde un ápice de vigencia dada la enorme calidad de cada una de sus canciones. “Zero” tiene nervio, ritmo y contundencia a manos llenas; “Tonight, tonight” es puro sentimiento, para muchos, la canción de amor definitiva, marcada por el pulso firme de Jimmy Chamberlin; “Bullet with butterfly wings” es grunge puro de una calidad superior y “1979” transmite inocencia y calidez. “Thirty-three” es ternura y emoción, la prueba quizás más clara de la inspiración de Billy Corgan en estado de gracia compositiva.
El disco vendió bien y The Smashing Pumpkins se habían convertido en la banda del momento. Pero a la par de su momento más alto, el grupo atravesó su punto más bajo. Conocida por ser la banda de un solo hombre, saldrían a la luz no solo el carácter irascible de Billy Corgan, sino que también el uso y abuso de drogas del baterista Jimmy Chamberlin, lo que ocasionó la muerte de uno de sus músicos de apoyo; James Iha había escrito varias canciones de las cuales difícilmente solo sería incluida una (“Take me down”) y escrita a medias por Corgan. Relegado a un rol más que secundario, el descontento de Iha quedaría manifiesto. Después de “Mellon collie…”, el rol de D´Arcy quedaría aún más postergado que el de Iha, prácticamente a fines solo estéticos, ya que era sabido que el perfeccionista Corgan, desesperado porque D´Arcy sencillamente no daba la nota, arrancaba el bajo de sus manos, para tocar él mismo la parte deseada. Billy Corgan apostaría fuerte por la música electrónica en “Adore” y muchos de sus fans le dieron vuelta la espalda. Pero a estas alturas ¿que importaba que la inspiración fuera esquiva, si Corgan ya había dicho todo lo que quería en un disco tan notable como “Mellon collie…”?