Originarios
de Chicago, The Smashing Pumpkins pronto se sumarían (a su manera) al pelotón grunge con una
gran salvedad: Billy Corgan sí quería dominar el mundo. Y tenía la ambición y
la inteligencia como para lograr el sonido que buscaba.
Siempre
se dijo que si “Nevermind” de Nirvana no era el álbum de 1991, tranquilamente
lo habría sido “Gish” de los Pumpkins, repleto de innovación y con un sonido
que aún hoy suena fresco; “Siamese dream”, del año 1993 era igual de bueno y
los catapultó al estrellato. Pero lo que nadie sabía es que tras esos álbumes
se venía un disco doble que sencillamente resultó insuperable.
Encerrado
en su departamento, Corgan se dio a la tarea de dar forma a su nuevo LP y al
terminar su trabajo había terminado 56 canciones, de las cuales 28 fueron a
parar a este disco que rompió los límites del movimiento grunge y los movería
un poco más allá.
“Mellon
collie and the infinite sadness” salió al mercado en 1995, y a más de una
década de su nacimiento, no pierde un ápice de vigencia dada la enorme calidad
de cada una de sus canciones. “Zero” tiene nervio, ritmo y contundencia a manos
llenas; “Tonight, tonight” es puro sentimiento, para muchos, la canción de amor
definitiva, marcada por el pulso firme de Jimmy Chamberlin; “Bullet with
butterfly wings” es grunge puro de una calidad superior y “1979” transmite
inocencia y calidez. “Thirty-three” es ternura y emoción, la prueba quizás más
clara de la inspiración de Billy Corgan en estado de gracia compositiva.
El
disco vendió bien y The Smashing Pumpkins se habían convertido en la banda del
momento. Pero a la par de su momento más alto, el grupo atravesó su punto más
bajo. Conocida por ser la banda de un solo hombre, saldrían a la luz no solo el
carácter irascible de Billy Corgan, sino que también el uso y abuso de drogas
del baterista Jimmy Chamberlin, lo que ocasionó la muerte de uno de sus músicos
de apoyo; James Iha había escrito varias canciones de las cuales difícilmente
solo sería incluida una (“Take me down”) y escrita a medias por Corgan. Relegado
a un rol más que secundario, el descontento de Iha
quedaría manifiesto. Después de “Mellon collie…”, el rol de D´Arcy
quedaría aún más postergado que el de Iha, prácticamente a fines solo estéticos, ya que era sabido que el perfeccionista Corgan, desesperado porque D´Arcy sencillamente no daba la nota, arrancaba el bajo de sus manos, para tocar él mismo la parte deseada. Billy Corgan
apostaría fuerte por la música electrónica en “Adore” y muchos de sus fans le
dieron vuelta la espalda. Pero a estas alturas ¿que importaba que la
inspiración fuera esquiva, si Corgan ya había dicho todo lo que quería en un
disco tan notable como “Mellon collie…”?