La
historia es conocida: Jeff Buckley formaba parte tanto del grito del grunge
como de los susurros del rock alternativo. Auguraba un futuro brillante tras la
publicación de su impresionante disco debut “Grace”, repleto de canciones como
soles y entonadas con su milagroso registro. Pero el futuro brillante no llegó.
El 29 de mayo de 1997, Jeff Buckley desaparecía en el Río Wolf, en Tennessee;
su cuerpo sin vida fue encontrado tres días después.
La
temprana muerte de Buckley hizo que el culto hacia su música se disparara.
Posteriormente, aparecerían en el mercado variado material inédito que
servirían para reafirmar el mito del joven artista que partió demasiado pronto
y dejando un bonito cadáver.
Pero más
allá de ese culto, lo que dejó Buckley tras de sí (tal como en el caso de
Elliott Smith o Nick Drake) fueron cuotas reales de talento puro. “Grace” es
uno de esos raros álbumes debut que te golpean e impactan. La temblorosa voz de
Buckley alcanzaba cualquier nota, sobradísimo, y transportaba al oyente a viajes enloquecidos, lleno de
cumbres, profundos precipicios y de
sueños cargados de visiones delirantes.
¿Y las
canciones?… ¡Qué canciones!...Las versiones de “Lilac wine” de Nina Simone y en
especial “Hallelujah” de Leonard Cohen superan por mucho a las originales;
“Grace” te deja sin aliento y provoca escalofríos de principio a fin; “Last
goodbye” es triste hasta extremos insoportables y “Love, you should´ve come
over” es un verdadero viaje al interior de un corazón destrozado; En “Corpus
Christi Carol”, Buckley hace lo que quiere con su magnífico torrente vocal de
tenor con lírica perfecta; Por citar solo algunas, ya que las demás canciones
que componen este debut insultantemente maduro no solo mantienen en alto el
listón de calidad, sino que lo suben a excelente.
Quizás
pueda sonar demasiado para el oyente casual: pero el drama extremo fue la
esencia del arte de Jeff Buckley.