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viernes, 8 de agosto de 2014

091 "Doce canciones sin piedad"


Cosas del destino, este disco estaba listo para la gloria y para encumbrar la carrera de 091 hacia cotas más altas. Una mezcla de infortunio, indiferencia, egos y malas decisiones harían que, quizás la mejor banda de rock español, alcance su punto más rutilante para luego caer (pese a otros discos ejemplares) en una especie de olvido bastante particular.
091 había tomado su nombre del número policial de emergencias de su natal Granada. El compositor principal y guitarrista era José Ignacio Lapido, mientras que la sección rítmica estaba cubierta por Antonio Arias al bajo y Tacho González en las baquetas. Todo era unificado bajo la especial voz de José Antonio García, quien podía pasar de la melodía más dulce al rock más duro usando solo un par de tonos.
“Doce canciones sin piedad” fue el cuarto disco de 091 y el más logrado también. En sus entregas anteriores la banda no había podido sonar como querían. Pero en este álbum Lapido entregó lo mejor de sí como compositor, García sonó más consistente que nunca y los aportes de Arias y González redondearon la calidad de la música. Porque, efectivamente, las doce canciones son buenísimas. Y a ese comentario, poco más se puede agregar.
“Cartas en la manga”, uno de sus cortes mejor logrados, abría el disco avisando lo que vendrá: la ironía, la inmediatez, la urgencia de 091 de entregar su mensaje (“Se muy bien que si pido copas me saldrán espadas…al final”). Porque toda la carrera de 091 (que daría de 1982 a 1996) fue un perpetuo “saquemos pecho que esto se acaba” (fueron, a pesar de su éxito, desechados de varias discográficas en un sinnúmero de ocasiones). “En tus ojos” hay más desencanto y decepción, mientras que “Esta noche” los eleva en los rankings con las mismas armas: desilusión y desengaño, el saberse de antemano condenados a perder.  “El deseo y el fuego” roza la perfección, la que sí logra “¿Qué fue del Siglo XX?”, una verdadera reflexión acerca de todas las cosas que pasaron en una época olvidada.
El grito de aliento de su fanaticada “Cero, cero, cero” era otro motivo para adivinar lo que vendrá. Sabedores que más lejos no podrán llegar, se disuelven tras un “Ultimo concierto” memorable y al que hubo que agregarle varias fechas a pedido del público. ¿Más ironía? A la semana de disueltos, 091 eran homenajeados en dos discos diferentes que salieron casi al mismo tiempo. Y fue entonces, cuando los Cero ya no estaban y cuando su música era realizada por otros, que el público se daría cuenta que Lapido era un buen compositor, que García era un gran cantante, y lo que hacía falta en la escena española era la auténtica poesía del rock de 091, el orgullo de Granada.