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sábado, 16 de agosto de 2014

The Smiths "The Queen is dead"


La leyenda dice que un, por entonces, jovencísimo John Maher, guitarrista deseoso de formar una banda, fue directamente a la casa de Stephen Morrissey, una joven celebridad de su natal Manchester, para proponerle la idea. El descaro y la fe que se tenía Maher, más la selección musical que los unía a ambos, fue suficiente para que Stephen aceptara la propuesta. De ahí en adelante, serían conocidos como Johnny Marr y Morrissey, el núcleo definitivo sobre el cual flotaba la música de The Smiths.
Para la fecha de publicación de este disco (1985), The Smiths estaban disparados del resto del pelotón del rock británico. La escena estaba dominada por Duran Duran, Spandau Ballet, OMD o Tears for fears y con esa competencia, el grupo de Marr, Morrissey, Andy Rourke y Mike Joyce reinaba por calidad y derecho.
Pero las aguas en el seno de la banda no estaban tan quietas. El abrumador éxito de The Smiths los llevó a agotadoras e interminables giras dónde las relaciones entre sus integrantes comenzarían a agrietarse. Las obligaciones con su sello los impulsarían a grabar “The Queen is dead” en un corto plazo y en medio de trifulcas varias. Andy Rourke venía de muy serios problemas con las drogas y sus ideas musicales no eran apreciadas. Hubo que buscarle un reemplazo, Craig Gannon, quien estuvo a la altura, aportó frescura, pero que en pocos meses también terminaría entablando juicios contra Marr-Morrissey; Mike Joyce sugirió un reparto algo más justo de los dineros: se llevó un sonoro portazo en la nariz por respuesta. El agotamiento y el stress le pasaron la cuenta a Johnny Marr, quien tuvo un accidente vehicular bastante grave. El aislamiento de Morrissey hizo otro tanto. En resumen, el final se acercaba a pasos agigantados. Todavía daría para un par de años más, pero el quiebre ya era insalvable.
Pero a la hora de entrar al estudio, la magia volvía. Stephen Street, el productor más unido a The Smiths, reconocía el increíble trabajo que brindaban los músicos durante las sesiones de grabación de “The Queen is dead”. Recibido bajo una ovación de críticas positivas y con canciones como “There is a light that never goes out”, “The boy with a thorn in his side” o el célebre corte que le da  nombre al disco, permanece como el punto más alto de la carrera de The Smiths.
En una época de héroes vacíos y discos sin emociones, este álbum sí llegó a la cima musical. Y hoy por hoy, cuando las reuniones son pan de cada día, da pena saber que la reunión de The Smiths es por mucho la más deseada y a la vez la más imposible de todas.